En un contexto de incertidumbre económica, Luis Caputo, el ministro de Economía argentino, intentó calmar el mercado con un anuncio optimista sobre un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Según Caputo, el acuerdo implicaría un desembolso de 20.000 millones de dólares que, sumados a otros préstamos por 5.000 millones de dólares, elevarían las reservas internacionales a 50.000 millones. Caputo aseguró que esto aliviaría la presión sobre el dólar en Argentina. Sin embargo, su afirmación fue rápidamente desmentida por el FMI.
Julie Kozack, vocera del FMI, aclaró que la cifra total del acuerdo no estaba definida y que los desembolsos serían graduales, extendiéndose durante un programa de diez años. Este desmentido reveló que la visión de Caputo, que ponía en duda la posibilidad de recibir 20.000 millones de dólares en poco tiempo, era engañosa. A pesar de sus intentos de calmar a los mercados, el Banco Central seguía enfrentando una continua pérdida de reservas desde marzo.
El argumento de Caputo también se sustentaba en una suma poco clara de fondos, incluyendo aquellos que serían destinados a pagar obligaciones de deuda. Según su análisis, la llegada de financiamiento adicional no necesariamente aumentaría las reservas disponibles de forma inmediata. Además, los préstamos de otros organismos, como el BID y el Banco Mundial, posiblemente requerirían más tiempo para su concreción.
Por su parte, el presidente Javier Milei mostró su apoyo a Caputo, afirmando que el nivel de reservas que se conseguiría eliminaría la necesidad de una devaluación. Aseguró que, si se lograba ese respaldo en dólares, no habría razones para ajustar el tipo de cambio y que la falta en el país sería de pesos, no de dólares. Esta postura se interpretó como un mensaje claro de que las personas que apostaran por el dólar estaban equivocados.
Ambos, Milei y Caputo, también reprocharon a la oposición por intentar desestabilizar al Gobierno. Vieron como un ataque el debate sobre la situación económica actual, y Caputo se quejó de las manifestaciones en contra de los recientes cambios económicos. Mientras tanto, el FMI continuaba dejando claro que la cantidad final del acuerdo aún no estaba decidida, y que el proceso de desembolso sería escalonado.
La tensión persiste con figuras como Federico Sturzenegger, que cuestiona la dirección económica actual, mostrando la división dentro del gabinete y el conflicto por cómo manejar la crisis. En este clima adverso, la administración de Milei se enfrenta al reto de estabilizar la economía sin un marco claro de apoyo financiero inmediato.